El rumano no solo es el colectivo de extranjeros más numeroso en Euskadi -15.290 empadronados, según los últimos datos oficiales-, sino uno de los más integrados socialmente. Está presente en todos los municipios, ya sea en la construcción, en el servicio de las terrazas, en el cuidado de personas mayores y en las explotaciones agrarias de los caseríos. Forma una comunidad muy extensa -uno de cada diez inmigrantes afincados en el País Vasco es de ese origen-, pero quizá debido su rápida adaptación pasa más desapercibida que otras.
Alexander Sandu, un rumano establecido en Bilbao desde hace años -«ni me acuerdo de cuántos»-, apunta algunas razones de su integración. «Somos gente muy parecida a los vascos: profundamente sociales, vivimos para la familia y los amigos, nos gusta charlar delante de una taza de café y disfrutar de la buena mesa», explica. También el idioma ayuda a esa rápida asimilación. «Nuestra lengua se parece bastante al castellano, así que nos hacemos rápido con el vocabulario y las expresiones», señala.
Todo apunta a que la inmigración rumana es de largo plazo. Pese a que Rumanía se integró a la Unión Europea en 2007, su salario mínimo interprofesional es de 137 euros mensuales, cinco veces menos que el español. «Mientras continúe esa situación, seguiremos llegando», asegura Cristina En, una joven establecida en Vizcaya. Sus compatriotas eligen Euskadi, a su juicio, por el clima y los empleos disponibles, y también porque ya existe una comunidad rumana grande,, de modo que «nos da menos miedo emigrar».
Lo habitual es que primero lleguen los hombres solos, hasta que se estabilizan en la residencia y en el empleo. Después se traen al resto de la familia. «Somos muy familiares», insiste Alejandro Borodi, un escolta que aterrizó en España cuando tenía 20 años. «La mayoría queremos quedarnos, pero también hay quien piensa en volver a Rumanía. Por eso hay tanta gente que se sacrifica en el País Vasco. Quiere enviar remesas de dinero y mantener a la familia allí».
Alejandro, en cambio, ha decidido que Euskadi es su hogar. «He encontrado aquí un país que me ha acogido con los brazos abiertos», señala con satisfacción.
Con 'eusko label'
Simona Costan viste camiseta de rayas y vaqueros piratas, bajo los cuales asoman ikurriñas estampada en los calcetines. Pese a llevar solo siete años en el País Vasco, se siente «completamente vasca». «Si he salido adelante -comenta- ha sido por los vascos y no por los rumanos. La sociedad vasca me ha tratado con un amor que nunca he sentido en mi país. Estoy agradecida y con ganas de devolver todo lo que he recibido. Definitivamente, me quedo aquí».
También Soni Vulsan ha tomado esa decisión. Reside en Gernika desde hace doce años y se considera un vasco de pro. «Trabajo en el campo, cultivando tomates y pimientos de Eusko Label. Mi hijo ha ido toda su vida a la ikastola y tiene un montón de amigos aquí. Incluso mi esposa y yo estamos haciendo progresos con el euskera. Ya hemos echado raíces, y también nosotros tenemos 'eusko label'», comenta con una gran sonrisa.
Los rumanos son mayoritariamente de religión ortodoxa. La iglesia ortodoxa de Rumanía es una de las llamadas autocéfalas; esto es, no depende de una autoridad por encima de la nacional. El domingo pasado celebró la Ascensión de la Virgen, festividad que congregó a más de un centenar de fieles en la parroquia de San Cristóbal, en Derio. El laico responsable de la comunidad religiosa, Alexander, explica las particularidades de su rito: «Nuestra religión trata de parecerse lo más posible a la de los antiguos cristianos. Vivimos la fe con fervor, pero hay mucha libertad. Después de la Santa Liturgia, que puede durar más de cuatro horas, lo normal es reunirse fuera y tomar un pequeño aperitivo. La idea es crear comunidad».
Cristina En, que no se ha perdido la cita de los vascorumanos en Derio, asegura que «es agradable reunirse» cuando se vive lejos del país de origen. «Es una fecha en la que todos recordamos con nostalgia a nuestros familiares», subraya. Alejandro también siente añoranza. «No echo de menos mi país, sino a mi familia», precisa. «Creo que el país no lo echa de menos casi nadie. Sentimos impotencia al volver a Rumanía. Observas que todo sigue igual, que hay familias que siguen sin tener para comer a final de mes, por mucho que ahora estemos dentro de la UE. Eso no te hace amar a tu país, precisamente».
http://www.elcorreo.com/alava/v/20100822/pvasco-espana/rumanos-parecidos-vascos-20100822.html
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