¿Qué tal si los bucarestinos envolvieran todavía más el vasto Parlamento (ex-Casa Poporului) en un gran parque muy muy arbolado? Quizá se vería más discreto, difuminado, quizá parecería más lejano y más ajeno. Igual en cincuenta o cien años se podría empezar a pensar en ir desplazando los materiales caros hacia otros lugares, venderlos en subasta a ricos petroleros rusos o saudíes. Ir liquidando el lujoso mobiliario. Y en algún momento, un plan de traslado del legislativo. Y más allá, unas potentes máquinas que ampliaran el parque o anunciaran un nuevo barrio de casitas de colores, un gran monumento al viejo Bucureşti que un día fue...
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